Ideas Fijas

I.


Desde temprano me fue dado en suerte,

o quizá en infortunio, el cuidado

de una esquina del jardín encantado

que da el fruto que supera a la muerte

después de la muerte: es la palabra.

Adolescente cultivé las flores

más raras, de más ínclitos colores

pero vida corta, sola, macabra.

Luego podé con fervor los arbustos

buscando lo esencial y nutritivo

despreciando el artificio emotivo:

me quedé con muertos leños vetustos.

Hoy cultivo con paciencia y humildad,

aquello que sea bello, eterno y verdad.


II.


Aquello que sea bello, eterno y verdad,

obvio al ojo pero elude la mano:

hasta lo más sublime torna vano

el escrutinio con rigor y frialdad.

Decimos ‘la traición de la palabra’

cuando somos nosotros los traidores

y a un vate llenamos de loores

sin ver el rigor que sus versos labra

ni cuántas líneas indignas encuentra

cuando lo oprime el peso de la noche

y lo sofoca su grave reproche

hasta que un día la verdad concentra.

Y este llamado cada vez más fuerte

desde temprano me fue dado en suerte.